Las Oraciones a Santa Brígida, al igual que otras muy conocidas, han sido muy solicitadas por los fieles creyentes católicos, quienes buscan librarse de sus pecados y alcanzar la paz y la armonía espiritual tan deseada en estos tiempos. Según la historia, se sabe que Santa Brígida oró por mucho tiempo para llegar a conocer cuántos golpes fueron los recibidos por el cuerpo de nuestro Señor durante su aterradora pasión.
En homenaje a su incansable paciencia, un día el Señor se le apareció y le dijo: "Yo soporte 5475 golpes en mi cuerpo. Si deseas enaltecerlos de alguna forma, reza 15 Padrenuestros y 15 Avemarías con estas oraciones por un año completo. Al concluir el año, habrás honrado cada herida." De allí la importancia de estas Oraciones a Santa Brígida, una Santa que dejó su profunda huella en toda la humanidad cristiana.
Oraciones a Santa Brígida
Primera Oración a Santa Brígida
¡Oh Amado Jesucristo!, innumerables pruebas nos habéis otorgado de que tu mayor anhelo era estar con nosotros siempre, lo que te llevó a asumir la naturaleza humana. ¡Oh, Verbo Encarnado! ¡Cómo olvidar la Última Cena! cuando rodeado de tus discípulos les diste tu Cuerpo y Sangre y tuvisteis que consolarlos al anunciarles tu ya cercana Pasión. Luego, en el Huerto de los Olivos sufriste los peores momentos de tu Sagrada Pasión: al ser invadido por la más eterna de las tristezas y por la más aguda de las amarguras, lo que escapaba a toda descripción, hasta tal punto que sufristeis más allí que en el resto de toda tu triste pasión. No obstante, así le respondiste a tu Padre: «¡Que se haga tu voluntad!» E inmediatamente nuestro Dios Padre envió a aquel Ángel para confortarte. Hasta tres veces orasteis, y al final llegó tu discípulo traidor, Judas, para besarte en la frente ¡Pero ¡cuánto te dolió aquella traición! Fuisteis arrestado por el pueblo y condenando a muerte en la cruz. ¡Oh, Sublime amante de nuestras almas!, No hubo un lugar de tu cuerpo que no haya sido destrozado bajo los golpes de los látigos. ¡Huesos y Costillas podían apreciarse! ¡Cuánta rabia desencadenada contra el hijo de nuestro Dios Padre. ¡Oh, Jesús mío!, en memoria de esos crueles tormentos que sufristeis por nosotros antes de la Crucifixión, otórgame la dicha antes de morir de un verdadero arrepentimiento de mis pecados, para poder satisfacer por ellos, que haga una santa confesión, y te reciba en la Santísima Eucaristía, y así alimentada mi alma, pueda ascender y llegar a ti. Así sea.
Segunda Oración a Santa Brígida
¡Oh, Salud y Alimento de mi Alma! ¡Libertad real de ángeles y santos!, ¡Paraíso de las Delicias!, Recuerda el horror y la tristeza que soportasteis, camino del lugar donde te esperaba una cruz, cuatro clavos con tus los verdugos, cuando toda aquella afluencia de gente se apretujaba a tu Paso y te golpeaba e insultaba arbitrariamente, haciéndote víctima de las más aterradoras crueldades. Pero más te dolía la ingratitud de quienes te injuriaban que los golpes que te infligían, pues era precisamente por ellos y todo el Género Humano, por quien eras llevado a aquella Cruz sobre tus hombros destrozados. Por todos aquellas torturas y abusos, y por las blasfemias expresadas en contra de ti, yo te ruego, ¡Oh, Amo de mi alma!, que me liberes de todos mis enemigos, visibles e invisibles, y que bajo tu protección logre alcanzar la perfección y santidad que merezca para entrar contigo en tu Reino. Así sea.
Tercera Oración a Santa Brígida
¡Oh, Amo de nuestra existencia!, Vos, que fuiste el Creador del Universo, a quien nada puede alcanzar ni restringir, y que todo lo encerráis y sostenéis con tu Amoroso Poder, pero te dejasteis matar por tu obra maestra, el hombre, para justificarlo ante tú mismo. Recuerda cada dolor sufrido, cada tormento resistido por nuestro Amor, cuando los judíos con enormes clavos perforaron tus sagradas manos y pies. ¡Qué aterradora escena se originó cuando, con inexpresable crueldad, tu cuerpo fue estirado sobre la Cruz para que llegaran hasta los orificios previamente abiertos en el madero! ¡Con cuánto odio agrandaron aquellas heridas! ¡Cómo añadieron Dolor cuando tuvieron que estirar tus Sagrados Miembros con violencia en todas direcciones!, ¡Oh, Varón de los Dolores! Perdónalos amado Padre. Así sea.
Cuarta Oración a Santa Brígida
¡Oh, Mártir de Amor!, ¡Oh, Glorioso Médico Celestial!, que te dejasteis suspender en la Cruz para que por tus heridas, las nuestras fuesen sanadas. Recuerda cada una de aquellas lesiones y la gran debilidad de tus miembros, que fueron estirados hasta tal punto provocándote un dolor semejante al tuyo. Desde la cabeza a los pies fuiste todo llaga, todo dolor, toda Angustia; fuiste una masa rota y sangrienta. Y aun así llegasteis, para sorpresa de tus verdugos, a suplicar a tu Padre Eterno, el Perdón para ellos expresándole: ¡Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen! ¡Oh, Jesucristo Bendito!, en memoria de tu gran misericordia -ya que pudisteis arrojar a todo aquel mundo malvado y a sus abismos infernales con un solo acto de tu Poderosa Voluntad-, por tan grande Misericordia que sobresalió a tu Divina Justicia, otórgame una perfecta contrición y la liberación de todos mis pecados, para nunca jampas volver a ofenderte. Así sea.
Quinta Oración a Santa Brígida
¡Oh, Jesús Esplendor de la Eternidad!, recuerda cuando contemplasteis en la luz de tu Divinidad los espíritus de los predestinados, que serían redimidos por los méritos de tu Sagrada Pasión. También visteis aquella gran multitud que sería condenada por sus infames pecados. ¡Cuánto te quejasteis por ellos! Te compadecisteis mi buen Jesús, hasta de aquellos condenados, de aquellos desdichados pecadores que no se lavarían con tu Sangre ni se sustentarían con tu Carne Eucarística. Por tu Infinita Compasión y Piedad, y acordándonos de tu Promesa al buen robador arrepentido, al decirle que desde aquel mismo día estaría contigo en el Paraíso, ¡Oh, Salud y Alimento de nuestra atormentada alma!, muéstrame esta misma Misericordia en la hora de mi muerte. Así sea.
Sexta Oración a Santa Brígida
¡Oh, Rey muy amado y deseado por mi corazón!, recuerda el dolor que sufristeis cuando, sin tus ropajes y como un criminal común y corriente, fuisteis clavado en la cruz y elevado. ¡Cómo te dolió ver que tus familiares y amigos te abandonaban! Pero allí estaba tu amada madre y tu Discípulo Juan, que perseveraron contigo hasta tu último suspiro, sin importarles que su naturaleza humana estuviera desmayándose. Y, para colmo de tu Inmenso Amor por nosotros, nos hicisteis aquel precioso regalo, ¡dándonos a María como Madre! ¡Cuánto te debemos, Salvador nuestro por este Excelso Regalo! Cuando le dijisteis a María: “¡Mujer, he aquí a tu hijo!”, y a Juan: “! ¡He aquí a tu Madre!” Te suplico, ¡Oh Rey de la Gloria!, por la daga de Dolor que entonces traspasó el alma de tu Santísima e Inmaculada Madre, que te compadezcas de mí en todas mis aflicciones y tormentos, tanto corporales como espirituales, y que me ayudéis en cada prueba, especialmente a la hora de mi deceso. Recuerda cuando tus miembros ya débiles eran estirados sin misericordia, mientras tus venas se destrozaban, tu Piel Virginal se despedazaba horriblemente y tus huesos eran dislocados sin compasión por alguna por tus verdugos. ¡Oh, Cordero Sacrosanto y Divino!, en memoria de todo lo sucedido en la Colina del Gólgota, te ruego me concedáis la Gracia de amarte y honrarte cada día más y más. Así sea.
Séptima Oración a Santa Brígida
¡Oh, Glorioso Rey de Reyes!, ¡Fuente de Compasión que nunca se agota!, Te acuerdas cuando estando en la cruz sentisteis aquella tremenda sed por las almas, que Os llevó a exclamar: «¡Tengo Sed!» Sí, no solamente teníais sed física, sino también sed insaciable por la Salvación de toda la Raza Humana. Por este gesto de amor hacia nosotros, Te ruego, ¡Oh, prisionero de nuestro amor!, que apasionéis mi corazón con el anhelo de buscar siempre la humildad y la perfección en todos mis actos, extinguiendo en mi toda la concupiscencia de la carne y los deseos de placeres mundanos. Amen.
Octava Oración a Santa Brígida
¡Oh, permanente Dulzura nuestra!, ¡Oh, delicia cotidiana de nuestro espíritu!, por el sabor tan amargo de aquella hiel y vinagre que te dieron a probar en lugar de agua fresca, para aplacar tu Sed física, te suplico que calméis mi sed con tu Vivificadora Sangre y mi hambre por tu Redentora Carne, ahora y siempre, y que nunca me falten en la Hora de nuestra muerte. Así sea.
Novena Oración a Santa Brígida
¡Oh, Jesús, Virtud Verdadera y Gozo del alma! Acuérdate del dolor que vivisteis, sumergido en un manantial de amargura, al acercarse la santa muerte. Vilipendiado y injuriado por tus verdugos, expresasteis en alta voz que habíais sido desamparado por tu Padre Celestial, diciéndole: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Por aquella tremenda angustia y dolor que soportasteis en aquellos tiempos finales de tu Pasión, te ruego encarecidamente, ¡Oh, nuestro gran Salvador!, que no me dejes solo durante los terrores y dolores de mi futura muerte. Amen.
Santa Brígida: Pasión y Entrega por nuestro Jesús
Cuando hacemos referencia a las Oraciones a Santa Brígida, debemos acotar que fue el Papa Urban VI (1378-1389) quien motivó a que se multiplicaran y se copiaran los escritos sobre las revelaciones de Santa Brígida al no ser impresas en ese tiempo. Sus hermosas oraciones fueron copiadas una a una de un libro impreso en Toulouse en 1740.
Su publicación fue realizada por el Padre Adrien Parvilliers, miembro de la Sociedad Jesuita y Misionario Apostólico en la Tierra Santa, quien contó con la aprobación, y el consiguiente permiso y la sugerencia eclesial de extender su devoción.
Las Oraciones a Santa Brígida fueron aprobadas por un grupo de eclesiásticos de alto nivel, conformado por el Cardenal F. J. Giraud de Cambria en 1845, y el arzobispo Florián de Toulouse en 1863. El Papa Pío IX el 31 de mayo de 1862 fue quien bendijo las Revelaciones de Santa Brígida.
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