Oraciones Para Bendecir La Casa

¡Amadísimo y Misericordioso Dios Padre! Cuando llego del trabajo y disfruto de mi casa revolotean en mi mente las envidias de la gente. Pero no saben que lo he consagrado a tu inconmensurable gloria y a tu poder junto a mis familiares y amigos. Por eso hoy acudo a ti para que lo bendigas y aniquiles las energías negativas de la envidia e impidas que me lo toquen.

No permitas que destruyan mi templo sagrado donde mora tu nombre. Resguárdala y Bendícela siempre porque es nuestro bien más preciado y allí conviven todos los recuerdos, las alegrías y la compañía de mi bella familia, que en ella se siente dichosamente feliz, sobre todo cuando te enaltecemos y le gritamos al mundo cuánto te respetamos y adoramos.

No obstante Dios Protector y Guardia de mi vida, recuerda que mi cuerpo también es mi otra casa, donde reposan tus enseñanzas y el espíritu consagrado de tu nombre.  Que es un santuario espiritual para venerarte y alabarte siempre.

¡Glorioso Dios Bendito y Amado! Concédele el amparo a mi humilde casa y consérvala siempre porque es mi cuerpo, mi morada, donde tu luz siempre está encendida. No la dejes sucumbir a ninguna hora. Bendícela por siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

¡Oh Gran Protector Dios Padre! Tú que eres el guardián de los embates de la naturaleza, no descuides mi casa por la cercanía de la época de las lluvias y huracanes. Por eso, hoy te invoco Padre amado para pedirte que la bendigas siempre y la protejas de cualquier peligro.

Aleja de sus alrededores todas las catástrofes por causa de la naturaleza. No dejes que los rayos, los incendios, huracanes, ciclones, ni tormentas, ni ninguna tempestad peligrosa la toque por ningún lado. Resguárdala Padre Amado en esta hora cuando se anuncian fuertes descargas eléctricas.

¡Vigilante Protector mío! Cada vez que me encuentre lejos de mi casa, rodéala con tu luz protectora para que nadie se atreva a violar sus puertas y ventanas. Colócale tus ángeles en sus cuatro costados para que enfrenten esas bestias del mal, que desean verla destruida.

Nuevamente, Padre Amado, Bendice una y mil veces mi casa, uno de tus templos divinos, donde tu presencia siempre será bienvenida y donde tu inmensa misericordia y poder tendrán siempre una calurosa y digna morada, por los siglos de los siglos. Amén.

¡Venerado Protector mío! Sabes bien que la casa de María y José albergó en sus espacios a tu hijo Jesucristo, quien fue criado con tus enseñanzas. Y, aun así, entregó su cuerpo en la cruz bendita para salvarnos.

Por eso Padre Omnipotente, tú que todo lo controlas, no permitas que bajo ninguna circunstancia las fuerzas de mal infecten mi casa buscando debilitarnos como familia, para satisfacer sus ambiciones malignas y detestables. Aléjalos por siempre, apártalos de nuestra presencia y de nuestro amor.

Nunca permitas ¡Oh Misericordioso y Protector nuestro! que los espíritus inicuos se apoderen de la tranquilidad que mora en nuestra humilde casa, que perturben nuestra alegría, nuestra convivencia familiar. Yo con la Santa Cruz, donde fue crucificado tu hijo unigénito, los combato a diario, pero hoy requiero de tu inconmensurable poder para detenerlos.

¡Padre Santísimo y Amado! Si tú me lo concedes yo podré estar confiado y podré asegurarme de la estabilidad y seguridad de mi casa, para bien de toda mi familia, que está consagrada por completo en cuerpo y alma a tu gloria, por los siglos de los siglos. Amén.

¡Oh Milagroso Dios Padre! Parece que mientras más crisis económica, más delincuencia se desata en nuestro país. Ante esa realidad, Padre Amado, cada vez que me encamino al trabajo o salgo con mi familia de vacaciones, pienso en mi casa. ¡Oh Padre Fortificador y Guardian de mis bienes materiales y espirituales! Eso es algo que a mi familia siempre perturba.

Por eso, en este día invoco tu sagrada benevolencia y poder, para que bendigas mi casa y alejes de ella a todos esos malandros y delincuentes que no les importa saquearla y jugar con el dolor ajeno. Apártalos de mi casa; mándalos bien lejos. Permite que tu gran poder vivificador interfiera y los neutralice, que se detengan por tu infinita misericordia y nunca osen entrar a ella.

Bendícela Siempre Padre Amado. Asegura bien todas sus entradas y sus cerraduras. Oscurécele la mirada cuando pasen frente a mi linda casa; que no encuentren el camino para llegar hasta ella, que es donde ha permanecido fiel y leal nuestro entendimiento y amor a tu espíritu bondadoso.

De nuevo, Padre Amado y Misericordioso, acudo a ti para que bendigas todo lo que en mi casa reposa, que ha sido fruto de nuestro esfuerzo y de mi trabajo. Cuida todos mis bienes y no aceptes ninguna intromisión de ningún extraño a mi santificado templo. Bendícela Señor, por los siglos de los siglos Amén.

¡Magnifico y Siempre alabado Padre Amado! Quisiera rogarte con esta sencilla oración que cuides muy bien mi casa, no solo la material, sino también la espiritual, esa que anida en mi cuerpo y que también la debemos proteger del mal.

Bienaventurado Padre Amado, sabes muy bien que en esa otra casa convive nuestra alma, cuyo techo jamás gotea, sus paredes nunca se agrietan y sus bases jamás tiemblan. Tampoco permitas que nadie entre en ella, que está colmada de pensamientos, verdades, convicciones y esperanzas para un futuro más prometedor.

Te confieso que esa casa espiritual, no es un espacio común y corriente, sino uno donde lo existencial y sentimental anidan en sus rincones, en mi alma y corazón, desde donde rememoro mi pasado y se crean mis más interesantes inspiraciones, superando todas las casas, todos los castillos y las riquezas terrenales.

¡Magnánimo Dios Padre! ¿De qué sirve construirnos una casa con buenas bases, si nuestras almas están atrapadas en una casucha donde las tormentas existenciales acechan a casa instante?

Eso de nada sirve. Bien sabes que cualquier lugar que no sea el tuyo es insuficiente. Cualquier lugar lejos de tu regazo y de tu casa es peligroso. Y tú Amadísimo Padre quieres que habite en ella. Porque “Tu Padre no solo te pide que vivas con Él, te pide que vivas en Él”. (Hechos 17.28).

Hoy Padre Bondadoso, desecho cualquier pensamiento ajeno a esa realidad. Tú en la Gloria Celestial y yo aquí en la tierra, en mi casa alabándote, puesto que eres Espíritu (Juan 4.23), y tú eres nuestro gran techo, que nos resguarda de cualquier tribulación. Eres mi casa divina; nuestra pared y fundamento más sólido y apreciado. Por los siglos de los siglos. Amén.