Oraciones a San Ignacio de Loyola

Para muchos, las Oraciones a San Ignacio de Loyola, conllevan una gran resonancia en toda la comunidad católica, muy especialmente en la española. Su profunda fe lo ató al Evangelio y sin grietas a la voluntad divina de Dios.

Sus oraciones hoy son para personas de cualquier edad, siendo las adecuadas para iniciar a los niños en la meditación, con un poco más de profundidad sobre las plegarias que recitan. Al respecto hemos hecho un extracto de algunas de ellas, fáciles de entender y asimilar por los preadolescentes cuando sienten el llamado de su propia fe.

La manera como San Ignacio se entregó al Señor, son virtudes que los niños aun hoy admiran y comprenden. De todos sus escritos, a continuación publicamos los más comentados y aclamados.

Índice
  1. Oraciones a San Ignacio de Loyola
    1. Oración de entrega de San Ignacio de Loyola
    2. Oración Alma de Cristo
    3. Oración para todos los días
  2. San Ignacio de Loyola y su amor por los Niños

Oraciones a San Ignacio de Loyola

San Ignacio de Loyola

Oración de entrega de San Ignacio de Loyola

(Especialmente sugerida como oración matinal y para la acción de gracias después de comulgar)

 

Tomad, Señor mío, y recibid toda mi sagrada libertad, mi memoria, mi humana comprensión y todo mi brío, incluso todo mi haber y mi poseer. Vos me disteis todo, a Vos, Señor, lo retorno. Todo lo que tengo es Vuestro: disponed de ello de acuerdo con Vuestra Voluntad. Concededme Vuestro Amor y Gracia, que solo éstas me bastan para vivir. Amén.

Oración Alma de Cristo

(Se sugiere en especial para la oración matinal y para la acción de gracias luego de comulgar.)

Alma pura de Cristo, santifícame. Cuerpo incorrupto de Cristo, ampárame. Sangre purificadora de Cristo, embriágame. Agua cristalina del costado de Cristo, báñame con tu amor. Pasión perpetua de Cristo, reconfórtame siempre.

¡Oh, abnegado y buen Jesús!, escúchame. En el interior de tus llagas, ocúltame. Impide que me aleje de Ti. Del enemigo perverso, presérvame. En la hora de mi inevitable partida, llámame. Y pídeme que vaya hacia Ti. Para que con tus ángeles y santos te alabe. Por los siglos de los siglos. Amén.

Oración para todos los días

¡Oh, Señor mío Jesucristo! Glorioso Padre y Respetado San Ignacio, precursor de la Compañía de Jesús y Padre amantísimo: si es para enaltecer aún más la gloria de Dios, honor vuestro y provecho de mi espíritu que yo obtenga la gracia que te pido en esta plegaria, solicítala del Señor; y si no, decretad mi petición con todas ideas y pensamientos, palabras y obras a lo que siempre fue el escudo de tus heroicas compañías: ¡a mayor gloria de Dios!  Amén.

PRIMERA ORACIÓN

¡Oh, Gloriosísimo San Ignacio de Loyola!; fundador de la Compañía de Jesús y especial defensor y protector mío! Ya que tan alto estáis en el firmamento celestial por haber hecho tus obras a mayor honra y gloria de Dios, luchando contra los enemigos de la Iglesia, resguardando nuestra santa fe, extendiéndola por medio de tus hijos por todo el mundo.

Consígueme de la divina piedad, a través de los méritos imperecederos de Jesucristo, e intercesión de su amada Madre, el completo perdón de mis fallas y culpas, socorro poderoso para amar a Dios y servirle con todo mi empeño de ahora en adelante, con firmeza y constancia en el sendero de la virtud, y la dicha de poder fallecer con su amistad y gracia, y así poder contemplarle, adorarle, disfrutarle y glorificarle en tu compañía por todos los siglos. Amén.

 

SEGUNDA ORACIÓN

Venerabilísimo padre San Ignacio de Loyola; seleccionado entre millares para esparcir la gloria de Dios por los cuatro costados del mundo; hombre ilustrísimo en toda clase de méritos y virtudes, pero sobre todo en la pureza de su intención con la que siempre añorabas la mayor gloria de Dios. Increíble héroe insigne de expiación, humildad y prudencia; incansable, firme, devotísimo, prodigioso; de caridad eminentísima para con Dios, de laboriosísima fe y esperanza robustecida.

Gozo, amado Padre mío, al contemplarte próspero y fortalecido con tantas y tan distinguidos privilegios, y te ruego toques a todos tus hijos su espíritu, aquel que te animaba, y a mí un propósito tan recto, que hasta en las cosas más pequeñas escudriñar con pureza la gloria divina de tu único ser, a imitación tuya, y pude lograr por este medio estar y ser de tu compañía en la gloria. Amén.

TERCERA ORACION

Justo y Dulcísimo Jesús mío, tu que nos distes los sagrados misterios de tu fe, y por tu predicación buscaste plantarla en los corazones de los seres humanos  como raíz y simiente de todas las buenas obras y de la sempiterna salvación;  hoy te brindo los servicios de mi adorado Padre San Ignacio, y especialmente los de su inspirada fe, con la que creería los misterios escritos en las santas Escrituras, aunque se hayan perdido todos los libros sagrados, y de la cual alegre la protegió de los herejes, la esparció entre los gentiles y la encendió entre los católicos.

Te suplico, Padre afectuosísimo de mi alma, me concedas una fe altiva y firme, dinámica, de tus misterios divinos para que me ilustren y pueda creerlos y valorarlos como hijo verdadero de la santa Iglesia católica, con fervientes obras de honesto y perfecto cristiano y me concedas hoy la gracia que te pido en esta sagrada oración, y si es para la gran gloria de Dios, honor del Santo y bien de mi espíritu. Amén. (se rezan tres Padrenuestros y Avemarías).

CUARTA ORACION

Jesús mío dulcísimo, que le prometiste a tus siervos que tendrían en tu esperanza todas las riquezas del mundo y nada les faltaría de lo que esperan confiados en tu liberalidad tan amorosa como infinita. Yo te ofrezco los servicios de mi amado Padre San Ignacio, y particularmente aquella firme esperanza que le sirvió de tesoro interminable en su pobreza, de áncora innegable en las tempestades de tantas persecuciones, y de una gloria anticipada entre los peligros de esta miserable vida.

Yo te suplico, Padre de mi alma, me concedas una esperanza para salvarme, afincada en las buenas obras realizadas con tu gracia y revestidas de tus destacados promesas; y obtener los bienes de esta vida que me lleven a mi salvación por la gracia que te pido en estas plegarias, si es para mayor gloria de Dios, honor tuyo y provecho de mi alma. Amén. (rezar tres Padrenuestros y Avemarías).

QUINTA ORACION

Jesús mío dulcísimo, que tanto amaste a tus criaturas, que nos intimaste como el gran y principal precepto para amar a nuestro Dios Padre con toda el alma y el corazón, con todas las fuerzas y energías que colman nuestro ser.

Te ofrezco los méritos de mi amadísimo Padre San Ignacio, y particularmente aquel ardiente amor con el cual, abrasado en un arcángel humano, respiraba sólo flamas de amor divino, dedicando todas sus palabras y pensamientos a la gran gloria de Dios y deseando como premio de su amor mucho más amor, trasponiendo la certeza de su sempiterna dicha y felicidad a la gloria de poder servirle a Dios.

Yo te suplico, Padre amado de mi alma, me des una centella de ese fuego ardiente y sagrado de mi sincero Padre San Ignacio, y la gracia que hoy te pido en esta oración a mayor gloria de Dios, honor del Santo y ganancia para mi alma. Amén.  (rezar tres Padrenuestros y Avemarías).

SEXTA ORACION

Magnifico y adorado Jesús mío. Tú que nos sugeriste la caridad y el puro amor para los prójimos como símbolo y señal de tu escuela, diciéndonos que en esto se habían de dar conocer tus discípulos: yo te ofrezco los méritos y virtudes de mi santificado Padre San Ignacio, y particularmente aquella ferviente caridad con la que deseabas prender en el fuego del divino amor a todos los hombres y mujeres del mundo, y con que hizo y padeció tantas penurias por su eterna salvación y por ayudarlos en todos sus trabajos.

Te suplico, amado Padre de mi alma, me concedas una caridad como llama encendida, con la cual, como copia de mi Padre San Ignacio, labore y batalle continuamente para el bien y salvación de mis hermanos prójimos, con mis frases, palabras y ejemplos, y con quien necesitare de mi compasiva asistencia, y la gracia que hoy te pido en esta oración, así, a mayor gloria y munificencia de Dios, decoro del Santo y bien de mi alma y espíritu. Amén.

San Ignacio de Loyola y su amor por los Niños

Dios nos habla a través de nuestros deseos; Lo importante es saber escuchar y eso es algo que nos hace mucha falta, sobre todo si lo dicen los mas los más pequeños de la casa. San Ignacio de Loyola estaba consciente de eso. De allí su interés en formar y escudriñar con los niños y niñas los evangelios en las Sagradas Escrituras. 

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Y si se suman padres responsables y comprometidos, y artistas dispuestos a poner su talento para servirle a los demás, los resultados serian mas favorables, facilitando que los frutos lleguen pronto. Aquí radica el valor de sus oraciones. Si tienes en tu casa niños pequeños revísalas y léelas en su compañía. A futuro te lo agradecerá.

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