Salmos para Lápidas

Cuando vamos a los cementerios observamos miles de lápidas con mensajes bíblicos que son dejados como homenajes para las personas ya fallecidas. En su gran mayoría, leemos Salmos para Lápidas, que nos hacen reflexionar.

Pero aunque no existan de manera específica, algunas interpretaciones pueden ser aprovechadas para identificar a un individuo, así como su fe, el tiempo que estuvo con nosotros, o aquello que le deseamos en su viaje espiritual.

De esta forma, en los Salmos para Lápidas también se exponen la vida de esos seres. En esta oportunidad les mostramos una diversidad de estos Salmos Para Lápidas, que esperamos, les agraden y los profundicen en sus oraciones matutinas y nocturnas.

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Índice
  1. Salmos para Lápidas
    1. Salmo 90:12.
    2.  Salmo 84:11-12
    3. Salmo 16:11
    4. Salmo 143:8
    5. Salmo 27:1
    6. Salmos 128:3
    7. Salmo 4:8
    8. Salmo 107:19-20
    9. Salmos 34:14
    10. Salmos 119:165
  2. Los Salmos Para Lapidas  Encierran el Amor a la Vida

Salmos para Lápidas

Salmo 90:12.

“Me has dado a conocer la senda de la vida; me llenarás de alegría en tu presencia, y de dicha eterna a tu derecha.”

Siempre debemos agradecer a nuestro Dios Padre porque a través de los Salmos  nos ha revelado el sendero ideal hacia la vida eterna por medio de nuestro Jesucristo amado.  Solo debemos esperar, una vez revisada y reflexionada esa trayectoria de 365 días, poder disfrutar su presencia de una manera enteramente especial durante todo este año vivido.

 Salmo 84:11-12

“El Señor es sol y escudo; Dios nos concede honor y gloria. El Señor brinda generosamente su bondad a los que se conducen sin tacha. Señor Todopoderoso, ¡dichosos los que en ti confían!”

Glorioso es nuestro Dios Padre, tus generosos cuidados y tu magnífica misericordia nos alienta. Nuevamente, gracias porque solo debo vivir confiando en ti y en tu aprobación y así seguir transitando por estos senderos de paz, colmado de ánimo y esperanzas. Ya Tú me has aceptado y me has dado el honor y la gloria de saberme tuyo, amado y bendecido. Siempre sin ninguna falta, sin ningún pecado deseo estar para poder contar siempre con tu poderosa benevolencia.

Salmo 16:11

 “Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestro corazón adquiera sabiduría.”

Contamos con 365 del año. Si los administramos bien y planificamos nuestro futuro, de seguro nos irá mejor. Pero no solo es contarlos, es guardar también todas aquellas enseñanzas, provenientes de experiencias buenas o malas, que nos alimentan nuestro espíritu y nos hacen crecer interiormente, disfrutando de bienestar por cada día que transcurra, pero viviendo con la luz orientadora de la verdadera sabiduría, la que viene del Altísimo.

Salmo 143:8

“Por las mañanas, hazme saber de tu gran amor, porque en ti he puesto mi confianza. Señálame el sendero que debo seguir, porque a ti elevo mi alma.”

Al despertarnos en las mañanas y abrir los ojos para contemplar y disfrutar la belleza de la vida, nuestro Dios Padre ya te está demostrándonos su gran amor. Por esa sola razón debemos agradecerle todos los días. ¿Qué más prueba de amor quieres? ¿Acaso no es suficiente para que confiemos en su grandeza? Y, aun así, en medio de nuestras pesadumbres diarias, le suplicamos que nos indique el sendero a seguir para aliviar nuestro espíritu, cuando la confusión y las incertidumbres nos agobian en medio de la cotidianidad.

Salmo 27:1

“El Señor es mi luz y mi salvador; ¿A quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿Quién podrá atemorizar?”

En este caso, el Rey David, confiaba enteramente en nuestro Dios Padre, pues creía ciegamente en su compañía y resguardo. A pesar de las dificultades que podía enfrentar David, estaba convencido en la bondad de Dios, como virtud esencial de la vida. Estaba consciente de que nuestro Dios Padre le tendría preservadas cosas buenas y agradables en medio de todas las adversidades que enfrentaba. Por eso, en esta alabanza el salmista invita a los creyentes a tener siempre la esperanza y la confianza en nuestro Dios Padre porque él nunca se alejará de nosotros cuando estemos en aprietos.

Salmos 128:3

“En el seno de tu hogar, tu esposa será como vid llena de uvas; alrededor de tu mesa, tus hijos serán como vástagos de olivo.”

Si tú te consideras uno de ellos, nuestro Dios Padre te bendecirá en demasía y en el seno de tu morada sagrada que es tu hogar, junto a tu familia, podrás consumir y saborear todo aquello que obtengas lícitamente por tu laborioso y sacrificado trabajo. Asimismo, tu esposa tendrá muchos hijos. ¡Se mostrará como un manojo de uvas! Nunca en tu mesa faltará alimento, y tus amados crecerán vigorosos y fuertes como los árboles de Olivo.

Salmo 4:8

 “En paz me acostaré y dormiré, solo para ti, Señor, hazme vivir con seguridad”

Luego de un día ajetreado, ¿lo único que mi cuerpo quiere hacer es quedarse dormido? Jamás. Pero he sentido que un día ocupado conlleva más dificultades para obtener el sueño. Mi mente se apresura con todo lo de ese día y lo que podría pasar al día siguiente.

Una de las peores cosas es tratar de buscar el sueño con pensamientos ansiosos. Es durante esos instantes que me encanta leer y reflexionar sobre el Salmo 4, el cual me recuerda que el Altísimo posee el control de todo. Él es mi refugio y en Él puedo confiar. Con esta verdad incuestionable, ahora sí puedo conciliar el sueño.

Salmo 107:19-20

“En su ansiedad clamaron al Señor, y él los salvó de su aflicción. Envió su palabra para sanarlos, y así los rescató del sepulcro”

Todopoderoso y Magnánimo Dios Padre que siempre oye nuestros lamentos. En medio de nuestras enfermedades y dolencias, tanto físicas como espirituales, debemos acudir a sus pies para alabarle  y rogarle a Jesucristo que interceda ante su Padre para que nos sostenga con sus manos milagrosas. En estos Salmos, notamos que los israelitas recuerdan cuando nuestro Dios Padre se había sentido angustiado. Pero al clamarle, él les concedió la salvación. Nuestro Dios Padre envió su palabra certera y milagrosa para sanarlos por medio de alguien, resguardándolos y rescatándolos de la muerte segura, pues la situación era sumamente grave. Pero para nuestro Dios Padre no hay nada imposible cuando en su corazón está la decisión de aniquilar cualquier mal o enfermedad.

Salmos 34:14

“Apártate del mal, y haz el bien; Busca la paz, y síguela.”

De acuerdo con estos Salmos Para Lápidas, para lograr la paz hay que alejarse del mal, porque es como una bacteria, que, si no se ataca, contamina todo el cuerpo y mata. El mal, promovido por el Ángel, enemigo que se reveló contra nuestro Dios, no le conviene a nadie porque trae diversas calamidades, angustias y mucha desolación a nuestras almas. La paz y el amor son lo contrario. Es un estado de crecimiento, de armonía, de regocijo, de progreso, de serenidad, de perpetua calma cuando nos aferramos a nuestro Dios Padre. Solo la paz debemos seguir y fomentar en nuestros familiares y amigos para ganarnos el bien social.

Salmos 119:165

“Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo”.

Como es bien sabido, las leyes y mandamientos que nos dejó nuestro Dios Padre a través de las Sagradas Escrituras, están inspiradas en el amor para darnos y preservar nuestra paz. Todas se encaminan hacia ese estado de bienestar y gozo, para quienes son disciplinados y siguen sus enseñanzas. Quien las cumpla caminará por sendas abiertas, donde los obstáculos ya no se verán. Serán senderos sin tropiezos, solo para buscar la tranquilidad y el progreso de nuestras almas.

Los Salmos Para Lapidas  Encierran el Amor a la Vida

Las Sagradas Escrituras refieren diferentes salmos relacionados con diversas temáticas, pero la hermosura de sus palabras es un aliciente, como un bálsamo, que nos regala nuestro Dios Padre, para enfrentarla perdida de un ser querido.

Si se cuenta con la suficiente fortaleza espiritual, podemos captar cuánta sabiduría encierran los Salmos Para Lápidas, a los que se les debe dar una correcta interpretación para poder conectarnos con la palabra de salvación que nos viene del poder omnipotente del Altísimo, del amor, la confianza y la paz, especialmente para los familiares o amigos que ya han partido al encuentro con Dios.


 

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